¿Teletransportarse, volar, leer la mente, una fuerza descomunal o ser invisible? Elegir un solo superpoder resultaría una difícil tarea.
Llegar en segundos a un destino situado a miles de kilómetros chasqueando los dedos supondría un antes y un después en nuestra vida. La montaña más alta, una playa recóndita o todas las maravillas del mundo al alcance de nuestra mano. Gracias al teletransporte descubriríamos sitios espectaculares y nos alejaríamos en un instante de cualquier lugar desagradable.
Poder elevarnos por encima de los aviones también sería increíble. Notar el aire fresco, sobrepasar las nubes y no depender del coche para movernos supondría una gran libertad.
Leer la mente sería muy útil, aunque peligroso. La transparencia total convertida en un arma dañina para las mentes más oscuras. Críticas, quejas e incluso insultos frente a nosotros, sin ningún tipo de filtro, sin margen para la mentira. Es cierto que resultaría más sencillo ponerse de acuerdo, evitar malentendidos o saber qué esperan de nosotros, pero no compensaría el daño sufrido.
Una gran fuerza nos haría capaces de soportar cargas muy elevadas. Nuestros golpes serían más duros y nuestro cuerpo musculado tendría un parecido razonable con el increíble Hulk. La reina de las cualidades físicas estaría bajo nuestro dominio, aunque ya conocen el dicho: «más vale maña que fuerza».
Por último, la invisibilidad nos permitiría escondernos sin dejar huella o aislarnos todo el tiempo que quisiésemos. Sin embargo, ¿no sería más interesante saber escuchar o empatizar con alguien que quiere pasar inadvertido? Tal vez, los superhéroes deberían empezar a aprender otro tipo de habilidades.
Tampoco existe el superpoder de la risa. La violencia sí ha sido utilizada para solventar decenas de conflictos en las películas, pero el humor nunca se ha reflejado como la llave para luchar contra el mal. Quizás resulta más sencillo escribir un guion en el que dos puñetazos acaban con el malo que poner en valor los comentarios ingeniosos que revierten un mal día. Sin embargo, es el humor el que ayuda a romper el hielo en cualquier conversación, forja lazos mucho más fuertes, permite liberar endorfinas y ayuda a afrontar situaciones complicadas.
¿Qué sería capaz de hacer Spiderman en una sala de hospital? Nada comparado con esos voluntarios que se visten de payaso y cambian la tarde a cualquier niño mediante la risa. Para mí, ellos son los superhéroes de nuestros tiempos, aunque no están solos.
Un abuelo contando una anécdota familiar desde el cariño, una pareja con su lenguaje propio basado en sus experiencias, un perro y su alegría al vernos llegar a casa o un niño pequeño e inocente viendo el mundo de una forma sincera con sus ocurrencias espontáneas. Superhéroes capaces de cambiarnos el humor, acompañarnos en el día a día y hacernos felices. Ellos deberían ser nuestros referentes y no los personajes de Marvel que vemos en la gran pantalla o en chascarrillos como este: «¿Qué es Thor con un taxi? Un conduc-Thor».
Seguro que este chiste no es el mejor que has leído, pero permite enunciar la última recomendación: reír más. Utilizar esta herramienta iluminará el rostro y el alma de cualquiera, porque tal y como decía Chaplin «un día sin reír es un día perdido», así que aprovechemos cada minuto y disfrutemos de la vida mientras dure.
Texto publicado en el IV certamen de relatos cortos Nila Flores Cebrián