Papel, boli y sentimientos. Una carta dirigida a ella, al amor, a los recuerdos. Un sello, un sobre, su dirección en el reverso y demasiados tachones.
No sabía cómo expresar lo que había en mi interior y decidí tirar la hoja. Tal vez, coger el móvil y escribir un WhatsApp sería más sencillo. Podría corregirlo en ese instante, editarlo y retocarlo hasta que diese con las palabras exactas sin dejar constancia de los errores, aunque el más grande fue no empezar a escribir antes.
Creo que no leerá que me hace falta, que la echo de menos, que su olor sigue en mi mente. No sé si recuerda tanto como yo los paseos por Madrid, las comidas entre risas o el primer regalo que me hizo. Tampoco sé si le expliqué con claridad lo importante que ha sido siempre y, simplemente, esa duda, me come por dentro.
Necesitaba desahogarme y sacar todo lo que guardaba, así que empecé mi mensaje. Ella no estaba en línea. Me resultó difícil poner las primeras palabras, aunque al ver su foto de perfil mis dedos comenzaron a correr por las teclas.
Con impaciencia, releí el texto y empecé a pensar si enviarlo o no. Finalmente, lo hice y los dos checks se marcaron. Sin embargo, no se pusieron en azul en todo el día, la semana, el mes…
Mi despedida llegaba tarde. Los muertos ya no usan el móvil y mis palabras se quedaron guardadas en un teléfono que nadie volvería a utilizar, aunque no sé si el mensaje le llegó. Tal vez desde el cielo siga viéndome, puede que sepa que la quise y que siempre la querré. Ojalá me siga cuidando hasta que un día vuelva a encontrarla. Ojalá fuese eterna.
Vídeo inspirado en el texto: Mensaje Pendiente
Colaboración con la artista Vikusia disponible aquí: